Bushido

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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Bushido - 3



Rei





...no tengo patita, es que la tengo desconchabadita...


El capitàn DeLlira està sentado en la orilla de la nave que se suponìa debìa guiar. Sòlo por nombre fue elegido. DeLlira hace de Tifis y para evitar ser sentenciado por las Moiras, renuncia al timòn y se hace a un lado. En su lugar, la Infanta U se hace cargo. Sentado està hace tres diarios mirando el mundo lejano a travès de su caleidoscopio lunar. "Tres dìas sobreviven los marinos en la mar - piensa - tres dìas para llegar a la isla a la que no sè bien a bien si quiero arrivar".

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Se le mira, contrito. Quizo contar la travesìa y se atrasò por diversos motivos. Uno de ellos, el recuerdo aùn tangible de la primera locura brumosa que le vio arrojarse al mar desnudando su travestida personalidad y gritando desde su no-ronco pecho: no soy machìn!! extendieronse sus alitas pedestres y sus atados cabellos se liberaron. Cayò por mar su traje de marino y al descubierto quedò el sìmbolo del dragòn grabado en cintura reducida. Tritòn la recibìa.

Tiempo ha de esa aventura, la marca permanece sin embargo como herida de guerra en el pie siniestro. Amarra consigo, regalo y tesoro, el primer objeto en la cinta de su espada samurai: el cuenco màgico que Tritòn le dio, aquèl que muestra el camino a seguir para navegar sin peligro hasta el siguiente lugar. Un par de escamas brillantes cuelgan y tintinean en su cuello empezando asì un nuevo collar.

Avanza el navìo saliendo de la espesa bruma. Una herida en el costado desangra a la señora C, herida que -aprovechando el puñal la bruma- la obliga a delirar. DeLlira trasmutado hace las veces de compañìa y enfermero: ¡Capitàn, capitàn! llama a gritos desde su camarote la señora C. Acaso aùn por sus heridas no ha visto que ya no hay màs capitàn. Una niña pequeña intenta hallar sus otrora de plomo pies.

DeLlira delira entre las redes mirando el amanecer. Una ligera nostalgia le roza el alma: ha dejado de ser lo que antes fue. Ha amanecido y con el sol se mira la isla delante, la temida isla con sus cuarenta vigilantes, desnudos todos del torso hacia arriba. DeLlira delira mientras piensa còmo amarrarà sus impulsos de dragòn carnìvoro liberado para poder socorrer a su amiga en este trance. Se pregunta tambièn porquè viene en este viaje.

DeLira se aquieta, acompasa su respiraciòn con el tranquilo ponto y respira profundamente aspirando el adelantado olor de los Efebos espectantes. El aire los acerca, los escollos los alejan.

DeLlira se prepara: ¿còmo tomarè mi espada con fuerza suficiente? ¿Còmo tenderè el hombro para la cabeza de la compañera herida? ¿Còmo caminarè al ritmo de la urgencia que demandan estas heridas? DeLlira sigue curando sus propias heridas. Se dobla en este amanecer bajo el peso de su cuello lastimado y resentido, de sus vertebras desplazadas, cojea el paso siniestro y no alcanza por màs que se apresure al diestro en el andar. Mira su cuerpo, lo sabe lastimado, se sabe dolido, se conoce herido. Y una nueva tristeza en èl hace nido. Paciencia y disciplina - susurrò el Oràculo de Ching al consultarlo en la partida. Paciencia y disciplina, lo que nunca ha podido conseguir.

¿Estoy acaso equivocando el rumbo? -resuena en sus oìdos. Una mueca de triste felicidad acompaña su latido. Ha dejado de ser lo que antes fue. Un requiem por el hombre muerto. Un minuto de silencio por el capitàn DeLlira, timonel encantador de sirenas ignorantes y bonachones jinetes. Caìdo a manos de una mora salamandra acuàtica.

Pero ¿DeLlira ha dejado de ser? Acaso ahora màs que nunca vuelva a mutar, como desesperado Orlando, para cruzar la tierra que se avecina con sus cuarenta peligros y colgar en su cinta y en su collar solamente trofeos, sin nada que lamentar.

2 comentarios:

  1. Ay, De´Lira; no sólo la memoria, sino las palabras se han quedado sin augurio de viento nuevo. Esperar, Esperar. Una lágrima, luego la otra, en silencio para que la presa no se espante. No temáis de los cuarenta ladrones desnudos de la isla sin freno, que yo os defenderé atodas, no tengo memoria, pero soy machín: primer admirante de la embarcación; si nos hemos quedado sin capitán, si se ha transformado en bellísima y cristalina dama, no os preocupéis que yo estaré presto a defenderos de los cuarenta y más... Queréis que os diga como hombre mis impresiones, me habíes increpado a ello, a que os diga cómo se decide entre abismo y vuelo... Señora mía: no puedo hablar del amor, pues lo desconozco, no puedo hablar de luz pues soy oscuridad, no puedo hablar de gozo pues sólo sé causar dolor; id, id vos presurosa al encuentro, que para mí ya no es el tiempo; no permitiré que otro puñal penetre mi carne, habré de defender el honor y el de vos, pero usted, oh, dama bellísima, id hacia vos misma, que corre sangre por vuestras venas... Desangrado estoy; corre agua de sal por mis venas... La ilusa señora C, se manda despedir de todos...

    Primer Admirante a Bordo

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  2. Querido Capitán DeLlira,

    Quiza si me conoceis, soy una sirena afónica, de río, herida de ante mano por alguno de sus piratas; he osado atravesarme en sus bitácoras recientes.

    Acá en mi puerto llamado Punta Mádras para su mayor deferencia, aplico ungüento cotidiano a mis heridas todas ellas invisibles como el ungüento mismo Su paso por estos acantilados escarpados ha marcado las historias de varios y varias que ahora se dedican a añorar aquellos arribajes suyos.

    Veo que por entre la tripulación de su barco que tan admirantemente no comanda hay heridos. Ah! es que también el que se aventura puede ser atrapado y volverse desventurado, porque sucede que algo extraño aún no identificado ni por Ud. ni por los suyos menos aún por mi, anda por ahí nomás robando aventuras, historias y devorando futuros, de ahí el dolor que por ahora nos aqueja.

    Alienta entrever que la vida nos obsequiará otros futuros; lucen prometedores; ella nos sanará con su misterioso elixir, el tiempo.

    Por ahora no quedan ganas de acercarme a buque alguno, me he vuelto a trepar a lo alto de mis peñascos, donde brotan dulces aguas y se mira a lo lejos; he olvidado hacia donde se dirigían mis nados, tengo que recordarlo, que retomarlo, tengo que transmutarme como Ud. lo ha hecho. Os admiro. No es tiempo de osadías.

    No me lamento, solo me lamo, me acaricio.

    Envío a voz mi gaviota mensajera, gusta de sus finas artes y sabe como interceptaros. Solo sírvase ofrecerle un par de migajas y atarle unas cuantas palabras, ella sabrá el camino de regreso a mi….

    Con sumo fervor


    re LaMi do

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